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dissabte, 25 de gener del 2014

'Luisa y los espejos' (Premio de novela Fernando Lara 2013) - Marta Robles


Hay gustos para todo y que el mío no coincida con el del prestigioso jurado que otorga el no menos renombrado premio antes citado, es sin duda síntoma de mi mal criterio.  Así que, si quieren seguir adelante, ya les advierto con lo que se van a encontrar.  Con alguien que no tiene ni de lejos el nivel de Ángeles Caso, Fernando Delgado, Pere Gimferrer, Ana Mª. Ruiz-Table y Emili Rosales. Ni comparte su arbitrio, claro.  

Vamos allá. 
La novela arranca bien.  Con una correcta descripción de los personajes protagonistas y un buen paso de un tiempo a otro.  El actual, con Luisa Aldazábal,  y el decimonónico con Luisa Casati. 

La primera, es la típica ama de casa acomodada que al llegar a la madurez se da cuenta de que ha desperdiciado su vida.  Nada nuevo. Podría haber sido una gran pintora (porque estudió Bellas Artes), o una estrella del rock.  O también y lo más común,  una empleada de supermercado, posibilidad que nunca se plantean las heroínas del resentimiento.  Tuvo un desgraciado accidente en su juventud al que achacar su rutinaria existencia y un infarto premenopáusico y clarividente que la impulsa a buscar todo aquello que no ha tenido y de lo que se cree merecedora.
“Para recuperar eso que nos falta es preciso que me recupere antes a mí misma.  A la que fui antes de ti.  Y luego ya veremos si “ella” te conquista o te espanta.  Mi empeño no es volver a intentar ser artista, pero sí volver a gozar con el arte y pintar, no ya un lienzo sino cada día con un color nuevo y distinto…” ¡Qué cosas!

La segunda, la de la  gran Marchesa Casati, rica heredera, excéntrica, megalómana y  amoral. Como la primera, casada por conveniencia y casquivana vocacional.  En lugar de crear, se dedica a lo que llama “reinventar”.  ¡A saber qué demonios significa!  “Reinventarse a través del sexo”, dice. Se me ocurren formas más claras de definirlo, pero… ¡en fin!  No es artista, ni escritora, ni creadora, ni científica.  Es una señora que se dedica a malgastar la inmensa fortuna legada por sus padres y a fornicar con quien se le pone por delante, disfrazada de mamarracho.  No le veo la gracia.  Que por sus palacios y  su alcoba desfile lo más destacado de la sociedad de su época, no la hace a ella merecedora del talento de aquellos con los que se acuesta.  Se contagia la sífilis pero no el intelecto. 

La personalidad y méritos de la Marchesa quedan claros con unas pocas páginas.  Y lo mismo vale para la frustrada pintora madrileña que ve en su homónima un ejemplo a seguir, un alma gemela que la subyuga y la empuja a romper con su vida actual.  A partir de aquí, sobran las infinitas descripciones de los fiestorros de la Casati, los tediosos y prolijos detalles sobre la decoración de sus palacios, su vestuario, maquillaje, viajes y otras nimiedades tan femeninas como carentes de interés.  Bueno, quizás no.  Pienso en la prensa del corazón,  en los caprichos de las actuales divas, cinematográficas o líricas, comentados,  estudiados y reiterados hasta la saciedad en los medios de comunicación para disfrute de sus fans y llego a la conclusión, de la que ya he avisado al principio, de que la rara soy yo.   

A lo que íbamos. ¿Se necesitan  cuatrocientas cincuenta y cuatro páginas para contar la historia de estas dos señoras? Por la vida de la Marquesa pasan un sinfín de personajes conocidos, empezando por su amante por excelencia, el escritor Grabriele D’Annunzio, (Yo no lo he leído, confieso.  ¿Alguna opinión de alguien que lo haya hecho?) y siguiendo con bailarines, escultores, pintores, escritores, diseñadores, etc… Toda una crónica amarilla de la llamada “Belle Époque”, un trabajo universitario ampliado con unas gotas de ficción y una gran recopilación de datos, que todos sabemos hoy en día encontrar en Internet.         

Respecto a la otra Luisa, el ama de casa imbuida por la personalidad de la italiana, su metamorfosis en artista aventurera no sólo es estereotipada sino que roza la cursilería.     
Un ejemplo: “Duermo azotado por el recuerdo de tu piel invisible de mujer desvanecida”. Ustedes mismos.

Y para que todos sepamos que tratamos con artistas, desde los diálogos que mantiene con su amante (que al final resulta ficticio y hasta ese momento insoportablemente redicho) hasta la más mínima impresión o descripción de la siempre “artística” Venecia, adolecen de un tono didáctico artificial.  Es aquello de: “Me alegro de que me haga esta pregunta…” y a continuación viene un rollo que a nadie interesa. 
“-Y de quién es la escultura? ¿De Donatello, tal vez? –inquirió Luisa con curiosidad.
-Casi aciertas.  Donatello era el escultor más afamado del siglo, el XV, pero fue a Verrochio, su discípulo, a quien se la encargaron…” Bla, bla, bla.
¡Por Dios! ¿Estamos en una clase de Historia del Arte? ¿Quién liga hoy en día así? 

Resumiendo:  Al final la Marchesa muere arruinada física y económicamente y Luisa Aldazábal, tras haber mandado a paseo a su familia, encuentra un nuevo amor (un afamado escritor) y vuelve a pintar.  Parece ser que al fin se ha “reencontrado”.

Alicia Estopiñá

LUISA Y LOS ESPEJOS  
Marta Robles. 
Premio de Novela Fernando Lara 2013
Editorial Planeta
Nº de páginas: 464 págs.
ISBN: 9788408114352
 







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